STETTNER, EL BOSTEZO DE LA VIDA

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

La fotografía tiene el don de capturar instantes que parecían inaprensibles. Que se diluyen en milésimas de segundos, con la misma desgana con la que ejercitamos un bostezo ante el lento discurrir de la vida. La fotografía tiene la gran virtud de transformar en inmortales las emociones y los detalles de una pequeña porción de nuestra existencia. Atraparlos al vuelo gracias a esa red de luminosidad del flash.

Louis Stettner es uno de esos fotógrafos que, desde que adquirió su primera cámara siendo un adolescente en el barrio de Brooklyn, se convertiría en un poeta de la instantánea social. Las fotografías de Stettner son como esa poesía social de José Hierro que rinde homenaje a la clase trabajadora desde el silencio, la resignación y el bostezo.

Sus fotografías callejeras de Nueva York plasman las figuras solitarias dentro de un entorno urbano. De una maquinaria que no cesa y no se detiene nunca y que obliga a quien se ve envuelto en su engranaje a aceptar las consecuencias de la economía y la producción.

Woman Holding Newspaper, New York.Cortesía archivo © Louis Sttener Estate
Woman Holding Newspaper, New York.
Cortesía archivo © Louis Sttener Estate

Puedo contemplar en Woman Holding Newspaper el rostro serio, cansado, resignado de una mujer que agarra entre sus brazos el periódico del día, cuyas noticias ya han dejado de entretenerla. Sus fotografías reflejan gentes que se desplazan al son lento y pausado del traqueto del metro. Individuos vestidos de traje y corbata que acuden resignados a su oficina, o incluso a cerrar algún acuerdo de venta ilegal de whisky. Con sus sombreros de medio ala y que miran a la cámara como si el ser fotografiado es algo que poco o nada importa en sus monótonas y cotidianas vidas, donde lo único que vale es salir adelante, de una manera o de otra.

Stettner tiene ese don de fascinarnos con los detalles de la vida cotidiana. Con la grandeza con la que Whitman nos empuja a forjar en nuestra mente imágenes de hojas podridas, evitar los simbolismos y aceptar el papel del individuo; nuestra forma de concebir y aceptar la vida.

En su fotografía Nochebuena, Ile Saint Louis, Stettner atrapa la imagen de un hombre que parece rebuscar entre sus manos el dinero justo para poder pedir una consumición. Frente a él se observa, encima de la mesa, varios vasos vacíos y una botella igualmente acabada. Ese hombre tiene aún el sombrero puesto sobre su cabeza y está lleno de nieve. Es como si hubiera accedido al local refugiándose del frio exterior. Estoy convencido de que si en esa botella hubiera quedado una pequeña gota de licor se lo hubiera bebido. Pero no es así. Entre sus envejecidas manos rebusca calderilla para poder tomarse algo que le haga entrar en calor y que le permita estar bajo techo durante un buen rato. En su rostro, como en todos los de las fotografías del fotógrafo nacido en Nueva York, se refleja la soledad del ser humano, el rigor del frio y la dureza de la vida.

Las de Stettner son fotografías que recuerdan un poco a la soledad pintada en los lienzos que reflejan los personajes de Edward Hooper, pero sin color, la cámara los capta en blanco y negro sin admitir detalles coloridos que puedan distraernos de lo que verdaderamente importa: el cansancio resignado de la vida. Podemos observar en su relación de fotografías la gélida sensación de un vagón de tonalidades sombrías en cuyo encuadre aparecen una mujer sentada en el interior de un vagón, pensativa y abstraída en sus quehaceres cotidianos o quizá en la última tensión vivida en su trabajo. Al otro lado de esa imagen, a la derecha, otro hombre camina de espaldas a ese vagón. Las vidas de esa mujer y de ese hombre se encuentran captadas en el mismo plano, pero son vidas paralelas, con la sensación de que jamás se cruzarán, vidas igualmente frías y duras cuyas miradas distan la una de la otra, alineadas por la sociedad, que no les permite ver más allá de esa maquinaria social que les ha convertido prácticamente en esclavos modernos.

Manhole, Times Square, New York. Cortesía archivo © Louis Stettner Estate
Manhole, Times Square, New York. Cortesía archivo © Louis Stettner Estate

Las fotografías de Stettner son un tanto borrosas, provocado por esa sensación de movimiento del vagón que simboliza el avance imparable de la vida y de la sociedad productiva. Tanto los viandantes como los trabajadores de sus fotografías son fuertes y se niegan a sí mismo el dejarse abatir por el duro trabajo del día a día. Tienen la mirada absorta en sus pensamientos y eso les hace mantener la dignidad frente a la explotación. Son como máquinas sin emociones. Solo cuando la jornada laboral termina o cuando se goza de un periodo de descanso Stettner inmortalizará el cansancio en mitad de ese viaje al que, irremisiblemente, han sido condenados nada más nacer.

Los protagonistas de sus fotografías han renunciado a interactuar entre sí. Puede que estén en el mismo plano, como he indicado antes, pero cada uno vive su solitario mundo, dentro de la gran urbe, dentro del submundo del metro.

Quizá una de las de las fotografías que mejor refleje ese misterio interior y esa bruma en la que se encuentran sumidos sus personajes sea la de Manhole, Time Square, donde se puede contemplar una alcantarilla de la que sale el humo o vapor de agua para confundirse con un viandante anónimo (la cabeza queda fuera del encuadre). El recorte del rostro de quien camina junto a esa alcantarilla es la evocación del misterio y de la soledad en la que nos podemos ver envueltos cada uno de nosotros, aún a pesar de caminar por el centro neurálgico de la gran urbe.

Brooklyn Promenade es la fotografía que mejor simboliza el crecimiento económico del gran monstruo del capitalismo. La gran ciudad de Nueva York emergiendo del mar, imparable e imponente. Y frente a ella un hombre aparece sentado en un banco. Con los brazos en cruz. Símbolo de la derrota o de un merecido descanso en mitad de la jornada laboral. Tiene la cabeza ladeada hacia atrás, como pidiendo recobrar las fuerzas gracias a los rayos del sol para proseguir en su hábito diario.

Igualmente, en la fotografía Man of Twenteth Century, Stettner inmortaliza a un trabajador sentado sobre el frío mármol. Junto a unas escaleras de uno de los descansillos de los pisos de los rascacielos neoyorquinos. El hombre parece descansando tras un esfuerzo. Frente a él, alejado en unos metros de sus pies entrecruzados, se alza un carro hidráulico, ya vacío, con el que supuestamente se ha ayudado para subir la mercancía a un piso determinado. Justo en el que ahora descansa merecidamente. Stettner plasma en esa fotografía el silencio y el esfuerzo del trabajador.

Comentó en cierta ocasión el fotógrafo neoyorquino que al fotografiar a una costurera mientras trabajaba en su correspondiente hilera, en una fábrica de ropa, esta mostró primeramente su recelo al pensar que se estaba controlando y juzgando su trabajo por medio de las fotografías. Cuando Stettner la tranquilizó y explicó su propósito, que no era otro que hacer una serie de retratos sobre los obreros de la fábrica, ella contestó: “Ya era hora. Nadie sabe que estamos vivos”.

Brooklyn PromenadeCortesía archivo © Louis Stettner Estate
Brooklyn Promenade
Cortesía archivo © Louis Stettner Estate

Probablemente la captación en imágenes de esos silencios, de esa soledad, de esa vida resignada al trabajo, de los descansos en momentos inesperados y de bostezos que delatan el agotamiento sea el mejor grito sordo de denuncia de esa vida pesada e ingrata que pasa con la lentitud incesante de un vagón de tren en el subsuelo de Nueva York y de cualquier otra ciudad abocada al neoliberalismo puro y duro.

 

Imágenes de Louis Stettner, exposición Fundación Mapfre

 

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