LA PEREZA

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

FOTO AUTOR 1

Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

Podría haber sido culpa precisamente de la pereza, que haya tardado en escribir el siguiente artículo sobre los 7 pecados capitales, pero no ha sido así, porque me pueden dar pereza muchas cosas, pero os confieso que escribir, no.

Este, especialmente, me hace reflexionar sobre su porqué. Lo primero que me viene, es que no tendría razón de ser si no hubiese existido la planificación. Sin esta necesidad de organizarnos, no tendríamos la tentación de pecar. Como ocurre todos los inicios de año, que llenos de entusiasmo planificamos incalculables tareas relacionadas con la dieta, deporte, idiomas y cuando llega el momento de cumplirlos, nos entra la pereza. Quién no se ha vuelto a acostar tras apagar varias veces el despertador que nos avisa de nuestro compromiso para levantarnos pronto y hacer ejercicio. ¡¡Qué pereza!!

En 1589 el obispo Binsfeld asoció la pereza con el demonio Belfegor, tal vez por eso en las ilustraciones aparece sentado en una especie de letrina, que mejor manera de asociarlo con la culpa a la que representa.

Es un pecado totalmente metafísico y psicológico. Se podría definir como la tristeza del ánimo. Y es capital porque quien lo abriga voluntariamente, acoge la desgana, rechaza la vida, es arrastrado por el aburrimiento, el descuido, la desidia, y muere en vida. Aunque a su favor podríamos decir que evita cumplir con cualquier otra conducta pecaminosa.

Foto pereza. Cottonbro Studio
Foto pereza. Cottonbro Studio

También la quietud como refugio. Esa falta de energía que nos impide acometer objetivos, obligaciones y, al fin y al cabo, cumplir y avanzar. Pero también ese auto regalo, en el que nos permitimos no hacer ningún esfuerzo, ni físico ni mental, en el que ahorras energía, para volver a consumirla cuando realmente sea necesaria. Y es que la energía vital también se agota y hay que racionar su consumo.

Todos nos revolcamos un viernes, después de una larga semana, en la cama o el sofá, en posición horizontal y sintiéndolo como un verdadero privilegio, dejando nuestro cuerpo y mente en modo reposo, plano, neutro, inmóvil y como decía un amigo, hasta que me canse de descansar.

Pero también está el lado maligno y mortal, el que nos domina e impide que nos pongamos en marcha. El que nos lleva a la inmovilidad y a no afrontar obligaciones, con la consecuente acumulación de asuntos sin resolver que nos llevan al estrés y al sentimiento de culpa por no acometerlos.

Y, ¡Ay, amigos!, el único remedio que existe, si el origen no es producto de otras causas ocultas, es echarle voluntad, virtud que te redime de tu pecado y es que ya lo decía mi madre, que siempre hay que empezar por lo que menos te guste. Te liberas de tareas que de otra manera postergas y no resuelves y se quedan como cargas que perjudican tu estado anímico e incluso físico, porque se vuelven mochilas llenas de piedras.

Se suman también la diligencia y esfuerzo para contrarrestarlo. Por eso el perezoso voluntario, considera que el éxito del trabajador solo es suerte. Y es que la pereza es un vicio que te destruye poco a poco, entumece los sentidos, acartona la memoria, aumenta las reservas de grasa, y encuentra innumerables motivos para justificar la indolencia. Si no le pones freno, ruedas hacia abajo en caída libre, transformándote en un vago esclavizado por la eterna búsqueda de como escaquearte, labor que puede ser incluso más ardua y tediosa que trabajar.

Esta gran debilidad tiene muchos derivados como el desaprovechamiento del tiempo. Ese que es limitado, finito, y que no vuelve. Ese que deberíamos invertir en curiosear, divertirnos, empaparnos, en gastar, que no malgastar energía, buscar desafíos, inquietudes, objetivos, ideales, sueños, y no despertarnos un día, con el rostro grisáceo de aburrimiento y darnos cuenta de que se nos ha pasado la vida sin hacer nada provechoso, bajo el manto de la pereza, del miedo, la falta de coraje y un abanico completo de excusas. Y cuando se nos agote, ya si podremos decir, lo que algún poeta dijo ya: ¡Felices los muertos, eternos perezosos!

Otro efecto de esta falta es el rechazo en todos los ámbitos sociales, y es que ser vago voluntario está mal visto, te señala como inútil, irresponsable y caradura, por querer vivir a expensas de los demás. Cualquier Estado respetable debería tomarse más en serio la obligación de fomentar la motivación, el emprendimiento, la incentivación a trabajar, a través de leyes que estimulen la actividad productiva y no fomentar la holgazanería, refugiada en cómodas y seguras ayudas. Ya dice el refranero que la ociosidad es madre de todos los vicios.

Foto de Tanya Goroleva. Perrito descansando
Foto de Tanya Goroleva. Perrito descansando

Pero como todo en la vida hay que buscar el punto medio, como escribió Paul Lafargue en 1880, en El derecho a la pereza, y donde precisamente criticaba la forma de trabajo que impulso el capitalismo, que no es otra que la de trabajar la mayor parte del día, con el correspondiente exceso de trabajo y de producción. Algunos trabajadores eran explotados durante más de 15 horas diarias, mientras que otros no tenían trabajo y morían de hambre. Por lo que el autor nos propone revisar y reducir el tiempo que el trabajo ocupa en nuestras vidas y dejar el suficiente para la pereza. Al fin y al cabo, apuesta por la armonía y la coexistencia entre el malsano vicio del trabajo y el resto de los vicios, más lucrativos.

En la Divina Comedia de Dante Alighieri, los perezosos eran castigados a correr incesantemente alrededor de la cuarta cornisa del Purgatorio. Tal vez los miles de runners que vemos salir a la calle sin motivos aparentes simplemente sean espíritus perezosos redimiendo sus pecados.

Y como broche a este pecado, me pregunto ¿por qué Pereza, grupo musical conocido por todos, elegiría este nombre?, tal vez para convertirlo en un hábito, en una profesión o en un placentero estado en el que vivir a través de sus letras y composiciones de tono irreverente de rock cool a lo Dylan en castellano.

Sin más les deseo que NO DEJEN PARA MAÑANA, ¡lo que puedan LEER HOY!

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