LA GRAN MENTIRA

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

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Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

 

Como el comienzo de la novela Una lluvia fina y mentirosa de Manjón Guinea, la mentira se asemeja a «una lluvia que parece no mojar y que sutilmente, amparada por la melancolía grisácea del cielo, se filtra por entre los tejidos de la ropa, sin avisar de un inevitable principio de neumonía»… Sutil manera de adentrarnos en una trama que estará tejida de oscuros secretos y mentiras.

Pero quien nunca haya mentido, por favor que tire la primera piedra. Tenemos que reconocer que convivimos a diario con ella y que esta, dependiendo del contexto en el que nos hallemos, puede ser incluso necesaria.

La mentira tiene muy mala prensa, pero si lo piensas bien, requiere de un esfuerzo y de una creatividad que no es necesaria para la verdad. La verdad es simple, se ciñe a lo que uno ha visto, oído o conocido sin ir más allá.

Es un tema que conlleva mucho debate. ¿es necesaria la mentira? ¿podríamos vivir sin ella? ¿Cuántos tipos de mentira hay? Como serían nuestras relaciones familiares o sociales si no utilizásemos el comodín de la mentira y fuésemos por la vida diciendo la verdad, lo que pensamos, lo que opinamos, en lugar de tirar de la mentira para no herir los sentimientos de los demás o entrar en conflictos o perjudicar a alguien.

La mentira está presente en nuestras vidas desde la niñez. Empezando por nuestros padres y los Reyes Magos, siguiendo por el Ratoncito Pérez y todos los cuentos de princesas, hadas, dragones que nos han contado que nunca han existido y que nunca existirán.

Pero como decía antes, la mentira no deja de ser un ejercicio de esfuerzo y creatividad. Por ello está tan directamente relacionado con la creación, la imaginación, la literatura y las artes en general.

Cuando un escritor elabora una creación, le imagino alterando una realidad, incluso puede que su propia realidad o de los que conoce, cambiando el desarrollo de su existencia a su antojo y proponiendo a sus personajes nuevos destinos, distintos de los que realmente viven las personas que los inspiran. Transforma sus vidas, las cambia, las alejas de la realidad a su antojo, y las vuelve a traer, sin que podamos saber en qué momento la novela se basa en hechos reales, autobiográficos o ficticios.

Cuadro de Dalí. El enigma sin fin
Cuadro de Dalí. El enigma sin fin

Como dice Vargas Llosa en La verdad de las mentiras: “…en realidad, se trata de algo muy sencillo. Los hombres no están contentos con su suerte y casi todos —ricos o pobres, geniales o mediocres, célebres u oscuros— quisieran una vida distinta de la que viven. Para aplacar —tramposamente— ese apetito nació las ficciones. Ellas se escriben y se leen para que los seres humanos tengan las vidas que no se resignan a no tener. En el embrión de toda novela bulle una inconformidad, late un deseo.”

El lenguaje sin duda es el hilo conductor de la mentira, por lo que es lógico que los escritores, poetas y autores en general sean grandes mentirosos. Viven de la mentira. Viven de inventar historias. Mienten con alevosía, intencionalidad, con estrategia y un fin, que no es otro que captar la atención del lector, sorprendernos y contarnos una historia verídica dentro de su falsedad.

Pero al final es una mentira de esas que tienen un fin bueno, que nos ayudan a olvidar, que nos hacen vivir otra experiencia, aunque sean inventadas, que nos hacen creer en la existencia de héroes, de personajes admirables o despreciables, de situaciones increíbles que nunca viviremos, salvo en la mentira de un buen libro.

¿Y qué decir del cine? Otra de mis mentiras preferidas.  Cuántas situaciones vivimos gracias a la gran pantalla, que nos hacen vibrar, que nos encogen el estómago, que nos hacen llorar y que todos sabemos que son irreales, imposibles, pero desearíamos vivir la magia que las envuelve y visualizarlas nos hace creer que es posible, que nos podrían ocurrir. Son mentiras que perdonamos, aún a sabiendas de que esto en la vida real no ocurre. Quien no desearía ser una bella que se encuentra con una bestia que acaba siendo la mejor persona de la tierra. O formar parte de una de esas vidas que se entrecruzan en Love Actually, incluido el atractivo presidente llamando puerta a puerta, por tu humilde barrio, buscándote en plena Navidad. O ser como Terminator, con caídas y balas que nunca matan. Y es que todo es posible en el cine. Y si pasa en el cine, porque no nos puede pasar a nosotros.

Imagen pantalla cine Doré. Filmoteca
Imagen pantalla cine Doré. Filmoteca

Pero la mentira tiene muchas aristas, vive en muchos lugares y nutre a muchas más actividades profesionales. Se cobija en los políticos y sus partidos fundados en las mentiras de sus programas y promesas que no cumplen. Convive con algunos deportistas, que nos hicieron creer en la existencia de los superhombres hasta que vimos finalizar sus carreras y nuestras ilusiones con el dopaje. Se divierte con los publicistas y los asesores de imagen, que se rompen la cabeza para retocar y maquillar la verdad. Vive en un sinfín de profesiones, por no decir en todas.

Y es que como decía el escritor y político romano de los tiempos de Nerón, Petronio “Mundus vult decipi; ergo decipiatur” El mundo quiere ser engañado; pues engañémosle.  Los mortales preferimos el engaño, ojos que no ven, corazón que no siente. Forma parte del juego, de nuestra cultura, nos dejamos engañar, aunque saberlo no nos guste, pero funciona como una especie de anestesia, te adormece y te hace la vida más fácil.

Y como remate, la mentira globalizada en el siglo XXI a través de las redes sociales, que marcan tendencia, e inundan nuestros móviles con el yo más virtual, el que no somos, el que queremos ser, el que queremos que los demás reconozcan como auténtico. La gran mentira, que viaja de extremo a extremo del mundo, que no tiene fin, que da cabida a todo lo que cada uno quiera contar, con la proliferación de las Fake News y el peligroso juego de la desinformación y difusión de contenidos falsos.

Como diría Nietzche: “ No estoy enfadado porque me hayas mentido, sino porque a partir de ahora ya no podré creerte

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