ISLA, Gadir, Cádiz…

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

“Concretando la escueta definición geográfica primaria de sus 36º 31’ 55” de latitud Norte, en el cercado de “Gadir”, ISLA radiará el contenido espiritual de su rosa náutica hacia los treinta y dos puntos correspondientes a los rumbos en que se divide el horizonte”.

Así, de esta manera, nace en el año 1932, el primer cuaderno de la revista ISLA, en Cádiz. Una de las innumerables publicaciones que emergieron al destello de un faro de poetas que no pretendía iluminar otra cosa que el arte, la creación y la poesía. La generación del 27.

Es sorprendente como el avance erosionado de la vida te lleva a cambiar las preferencias y los gustos. Como un barco que navega a la deriva hasta que encalla y, de pronto, consideramos que es el momento de contemplar el paisaje que se alza a nuestro alrededor. Sin haber caído en cuenta con anterioridad.

Recuerdo en mis años de instituto los pupitres de madera, y sobre todo las clases de literatura. Mi pasión por esos escritores de otoño, o más bien de un invierno duro y desmoralizado. Esa grandiosa generación del 98. De escritores, poetas y ensayistas heridos de muerte por la crisis moral, política y social, desencadenada en España por la pérdida de Cuba y Filipinas. Una generación, de la cual, hasta su máximo representante, Pio Baroja, prefirió negar, desde su silla y su escritorio, con una manta que cubría sus rodillas reumáticas, mientras escribía sus grandes obras y memorias.

Generación del 98
Generación del 98

La generación del 98, reconocida y aglutinada gracias al esfuerzo recopilatorio de Pedro Salinas, es la de unos escritores que muestran el hastío de la Restauración de Cánovas durante el reinado de Alfonso XIII. Literatos que desvelan una España miserable, falsa y oficialista. La de unos políticos corrompidos por la oligarquía y el caciquismo que no buscan más que su beneficio personal. El 98 es una generación engañada por la política. Sumida en una catalepsia por culpa de los dirigentes. Empujados a beber de un pesimismo y una actitud crítica heredada de Nietzsche o Schopenhauer.

Todos y cada uno de sus grandes escritores, Machado, Baroja, Unamuno, Azorín, Maeztu, Valle Inclán… han sido invadidos por un sentimiento de frustración y de derrota. A través de un lenguaje cercano a la gente de la calle, a los más miserables, con una sintaxis corta y directa, impresionista, recuperarán el polvo del camino, para dejar en nuestro paladar el sabor de la arena pastosa. La idea de una España en profunda decadencia donde, gracias a infames políticos como Cánovas del Castillo, se agrandaron las desigualdades sociales y la explotación económica.

Ahora, con el paso de los años y la cercanía de la muerte, prefiero contemplar el agua de mares en calma. Esas olas embravecidas de juventud, de tormentas tremebundas que arrasan los diques para dejar a su paso una estela de ruina y naufragios, ya no va conmigo. Prefiero mirar antes al sol que a las negras nubes. Prefiero la primavera al invierno. Prefiero deleitarme con los versos de la Generación del 27 que sumirme en la desdicha y ahogada rebeldía de la Generación del 98.

El 27 se me muestra como la luz. La vanguardia artística, la orientación europeísta. El surrealismo y el futurismo, ambos a una, en el uso preponderante de la metáfora. La Generación del 27 es la ebullición por una cultura llena de brillo y de esperanza. El brote de una tierra fértil con revistas como ISLA, Litoral, Cruz y Raya, Revista de Occidente… El descubrimiento del cine y la pintura. Arte, este último que, en su momento, llegó a denostar el mismísimo Pio Baroja.

Los poetas del 27, son el reflejo de la luz azulada y verde esmeralda del mar, iluminada por el sol. Son el deseo del disfrute y de la libertad sexual. Una búsqueda del equilibrio entre lo intelectual y lo sentimental. La esperanza de un mundo cosmopolita y quizá mejor. Un entusiasmo nuevo llegado de la mano de la II República. Una nueva forma y manera de ver la política, la sociedad, el arte.

Generación del 27
Generación del 27

Poetas, escritores, cineastas, pintores… todos ellos ávidos de transmitir sus vanguardias. Deseosos de proyectar su luz y sus ideas hasta el punto de hacer reventar las costrosas costuras de la sociedad. Con la misma fuerza e ilusión con la que hacía esa declaración de intenciones el primer número de la revista ISLA, en al año 1932. Con el propósito de que sus páginas renovadoras “sean como gaviotas migratorias que, partiendo de sus aguas cambiantes, llevarán en los planos de sus alas, el pensamiento de ayer, de hoy y de mañana, adiamantado en la luz de sus estrellas, embellecido en los blancores de sus lunas y depurado en las claridades de sus soles. Receptora y transmisora, ISLA levanta las antenas de su estación a la sensibilidad del mundo”.

Ahora, gracias a esos fondos inconmensurables de la Biblioteca Nacional, he tenido la suerte, o el infortunio, de que cayera en mis manos otro ejemplar de esa revista que naciera como un acuario rico en ejemplaridad, como una caracola marina que invade de resonancias líricas los confines de los vientos. Una revista que pretendió, según su declaración de intenciones, que “en el espejo de sus salinas, nueve sirenas se pintaran los labios con carmín, para encantamiento de los que lleguen a su ribera”.

Pero ya, con este ejemplar en mis manos, confirmo que nada es así. La guerra civil, la muerte de Lorca, el barro en los pantalones y en los zapatos desgastados por la huida y el exilio, terminaron por cercenar las aspiraciones cosmopolitas de una generación de escritores irrepetibles. Ese grupo de artistas reunidos alrededor de Vicente Aleixandre en sus editados “encuentros”, se desvanecerá con la facilidad con la que la arena del desierto se filtra por entre los dedos de la mano. Unos serán aniquilados por uno u otro bando, otros huirán al exilio, y otros se quedarán bajo la bota militar para esconderse en versos de poesía desarraigada o existencial. Aleixandre, Pedro Salinas, Alberti, Hinojosa, Dámaso Alonso, Lorca, Gerardo Diego, Cernuda, etc…

Puedo comprobar, en el ejemplar de la revista ISLA que ahora tengo frente a mí, el radical cambio que puede llegar a provocar el sometimiento. La numeración de su edición lleva inscrita, al inicio de sus páginas, el encabezado de II año triunfal. Y en el interior de sus páginas firma un individuo que desconozco quien es, probablemente por culpa de mi incultura: Antonio Martín Mayor.

Los versos, antes llenos de color arco iris de la mencionada revista ISLA, ya no recogen ese equilibrio entre el intelecto y la sensibilidad, sino que se han convertido en trazados épicos, que parecen dictados por la propaganda del régimen fascista. Panfletos de elogios a la muerte, a los legionarios, a la espada con mellas y a la España nazarena de hidalguía y metralla. El título: Figuras de Imafronte, Millán Astray. Y seguidamente una verborrea, medio en prosa, medio en verso, donde se elogia la figura de tan egregio personaje. De aquel individuo que gritó ¡Viva la muerte!, frente a Unamuno, con la pistola al cinto.

Es el año 1940. Y aquella revista que nació para ser el faro de las artes y de las letras, al amparo de la Generación del 27, se ha convertido en un panfleto propagandístico del régimen franquista. Una revista que agonizará entre apologías, lisonjas y panegíricos del nuevo régimen dictatorial. Una revista que murió prostituida por la política tiránica y por el pensamiento único.

Sea en el momento que sea, estemos en la época que estemos, siempre he pensado que la política y la literatura no pueden ir juntas de la mano. Son malas compañeras de viaje. La primera siempre termina por pervertir a la segunda. La esencia propia de la literatura es ser enemiga irreconciliable de la política.

 

REVISTA ISLA NÚMERO INAUGURAL
REVISTA ISLA NÚMERO INAUGURAL
FIGURAS DE IMAFRONTE. MILLÁN ASTRAY
FIGURAS DE IMAFRONTE. MILLÁN ASTRAY
FIGURAS DE IMAFRONTE. MILLÁN ASTRAY
FIGURAS DE IMAFRONTE. MILLÁN ASTRAY

 

 

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