LAS MIL Y UNA NOCHES DE MARRAKECH

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

FOTO AUTOR

Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

Marrakech. Cuidad del África del Norte, sacada de un cuento medieval donde se entrecruzan la cultura berebere, árabe y europea, y donde sobre todo se respira el comercio.

Sus laberínticas calles que desembocan en la plaza de Yamaa el Fna, son el recogimiento caótico al entretenimiento, encantadores de serpientes, domadores de monos, juegos inventados con simples botellas de agua y una pelota, vendedores de zumos, dentistas, cafés con vistas a la plaza, que te hacen revivir películas del pasado como  El hombre que sabía demasiado de Alfred Hitchcock (1956), donde permaneces a la vista de todo el que pasa y a su vez controlas toda la actividad del entorno, que no es poco, el espectáculo circense, los colores, la ebullición, el ir y venir, los coches, las calesas, las motos que aparecen por doquier y te empujan a apartarte o dejarte ser arrollado.

Fotografía de Susi Sánchez
Fotografía de Susi Sánchez

Y cuando la tarde va cayendo, y el sol se va escondiendo, en ese momento en el que te encuentras perdido por los callejones del zoco y consigues salir y volver de nuevo al centro neurálgico donde desembocan todas las calles, la Plaza de Yamaa el Fna,  entonces te frotas los ojos porque se ha transformado en otro lugar, muy iluminado, lleno de bullicio, tenderetes y puestos de comida cubiertos de telas verdes, que desprenden multitud de  olores y te ofrecen cenar y degustar sus manjares mientras ves atardecer y caer el sol poco a poco.

Desde luego nadie que se precie aventurero, puede dejar de ir a esta vibrante ciudad que derrocha caos por todos sus costados. Adentrarte en el zoco, y rodar por sus calles como en una película de Indiana Jones, donde tienes garantizadas las sorpresas, los encuentros inesperados, lo desconocido, el misterio, el trueque, el regateo y la eterna sensación de haber sido engañado. Y es que por algo la palabra zoco significa “gran desorden”. Callejuelas llenas de comercios, vendedores, ruidos, olores, motos a pesar de su estrechez, artesanía, telas, bolsos, alfombras, cuero, plata, oro, lo que busques lo encuentras y te lo llevarás con más pena que gloria, porque en el regateo nos llevan siglos y aunque te hagan creer lo contrario, concluyen victoriosos.

Mi primera experiencia con el mundo árabe fue hace más de 25 años, y fue impactante como le ocurrió a Paulo Coelho que decidió escribir El Alquimista, seis años después de su primer viaje a Marruecos impresionado por la cultura árabe. En esa época emprendedora y de espíritu libre y sin miedo, quedé atrapada por esta ciudad y su magia, también por el respeto a lo desconocido y a una cultura tan alejada a la propia. Recordaba nuestro viaje, dos amigas guidas por la curiosidad y sobre todo la inconsciencia de la edad, en un ambiente en aquel entonces poco recomendable para dos mujeres solas, tal vez hoy también, explorando terrenos variopintos, trileros y muy pantanosos, de los que conseguimos salir airosas, ayudadas por la providencia y afortunada casualidad.

FOTO EDWIN VOSEN

Ahora que he vuelto a esta gran ciudad guiada por otros motivos, de acompañante en el maratón de Marrakech, con la organización @correconasisa, dedicada al cuidado de la salud, y sintiéndome otra persona distinta a la de hace 25 años, sin embargo, he vuelto a reconocer los mismos lugares y ambientes que me atraparon y se quedaron en mi retina desde entonces. He vuelto a las calles estrechas y olorosas, a las paredes de adobe, al comercio imparable que corre por sus venas y forma parte de su ADN. A una ciudad que sigue igual de viva que entonces, y por lo que, a diferencia de mí, no ha pasado el tiempo por ella.

Este reencuentro me ha devuelto las ganas de volver a leer libros recreados en Marruecos, como El tiempo entre costuras, de María Dueñas, o El médico de Ifni, de Javier Reverte, Cuentos y leyendas populares de Marruecos, de Antonio González Beltrán, que me mantengan y prolonguen todas esas sensaciones que despierta esta ciudad, por si vuelvo a tardar otros tantos años en volver. En ese caso desearles “As-Salaam Alaikum” (la paz sea contigo).

 

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