ISABEL II DE INGLATERRA. TIA LILIBETH.

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

FOTO AUTOR

Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

Apaciblemente en su castillo de Balmoral, Escocia, muere Isabel II. Con 96 años y a tan solo un par de días de su final, recibía a la primera ministra Liz Truss para pedirle la formación de su nuevo gobierno. Dos días después y tras la recomendación de sus doctores de descansar, la soberana nos dejaba.

Una envidiable salud y una muerte digna, tan digna como su existencia, a pesar de todos los acontecimientos y lo difícil que se lo han puesto, principalmente los descendientes.

Inglaterra
Inglaterra

Setenta años de soberanía que le han permitido vivir podríamos decir que todo, sin el casi. Bueno, malo, fácil, difícil, protagonista y testigo de importantes cambios políticos, sociales y familiares. Llevó una soberanía que no estaba prevista por el orden natural de sucesión de la familia Windsor, pero por lo que se ve, si escrito en su destino, en el mismo momento en que su tío Eduardo VIII abdicó por amor y matrimonio con una norteamericana divorciada reincidente, que nunca fue admitida en la familia, dando paso a su padre, Jorge VI, Duque de York, como monarca.

Gaitero escocés
Gaitero escocés

Todo esto nos lleva a cuestionarnos que si el tío Eduardo hubiese vivido en tiempos más modernos, como los actuales, donde los monarcas se pueden casar por amor e incluso con divorciadas, hubiese cambiado el rumbo de la monarquía inglesa y de la propia vida de Isabel II y sus descendientes, los que ahora pueden disfrutar del privilegio de ser monarcas divorciados e incluso haber protagonizado escándalos que casi se llevan por delante la corona y que más de un disgustó le debió costar a la reina Isabel II.

Así es la vida, cambiante y caprichosa, que nos lleva a destinos inesperados. Tampoco puedo evitar pensar que, si la reina Isabel II hubiese tenido un hermano, tal vez tampoco se hubiese coronado reina, pasando el trono a favor su hermano varón… Como en España. ¿Por qué la sucesión hereditaria de Juan Carlos I de Borbón fue a favor de Felipe VI y no siguió el orden regular de primogenitura y los derechos que de ella se derivan en cuestiones de sucesión? Que el primero en la línea de sucesión sea considerado el varón en lugar de la primera hija es más que un capricho del destino, consecuencia de una norma desfasada que choca con el principio de igualdad y con los tiempos contemporáneos.

Volviendo a Isabel II, soberana con 25 años y tras la muerte de su padre en 1952, se convirtió en la monarca de Reino Unido y de otros catorce Estados que forman la Mancomunidad de Naciones. Un reinado lleno de responsabilidades en el que tuvo que demostrar mucha determinación y coraje. A los pocos meses de fallecer su padre y antes incluso de su coronación, se tuvo que enfrentar a un impactante suceso, una inmensa nube de contaminación que cubrió Londres, denominada la Gran Niebla y que se llevó a más de 4.000 personas.

A partir de ahí su longeva carrera estuvo marcada por todo tipo de vicisitudes, guerras, hechos históricos y la continua presión e interés mediático por su vida privada y la de sus 4 hijos, nacidos de su matrimonio con el duque de Edimburgo y que fueron su continuo caballo de batalla. Y es que de la reina Isabel II nos podría dar muchas lecciones, pero sobre todo de complicaciones familiares y como salir airosa de las mismas.

Su intimidad familiar empezó a tambalearse a partir de los 90 con los rumores de separación de Carlos y Diana y a acrecentarse con las sucesivas separaciones del resto de hijos e hija, culminando con la muerte de Lady Di, que les hizo tocar fondo en cuanto a la opinión pública se refiere. Aun así, con su semblante serio, sus discursos serenos y sinceros, logro apaciguar la hostilidad pública.

Se nos va una leyenda, la abuela que todos hemos querido y que solo ella, como la mía, te sabe transmitir la serenidad y la confianza por el mero hecho de ser un compendio de experiencias únicas y privilegiadas como pocas personas. Y es que, en cuantos episodios históricos, negociaciones internacionales, incertidumbres, debates, polémicas y decisiones se habrá tenido que implicar que la hacen única y que nos da la sensación de vértigo pensar que ya no estará. Qué difícil se le hace a su sucesor cargar todo este equipaje, como diría Miguel Ríos.

Después de 73 años casada con el duque de Edimburgo, se volverán a reencontrar tan solo un poco más de un año y medio después, en el Castillo de Windsor y tras 10 días de luto y despedidas faraónicas.

Como diría Shakespeare, “el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que las jugamos”. Habrá que ver qué tal juega la nueva partida Carlos III.

 

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