Por María Marcos,
Licenciada en Derecho, lectora y librepensadora
Entre el mar y la montaña hay un lugar que no deja indiferente a quien lo visita. Paisajes de extensas playas de arena blanca, de mar abierto, de aguas gélidas, ya no tanto, que te devuelven la circulación de la sangre si no la tenías. También de calas escondidas, que vive entre la inmensidad del Atlántico y la bravura del Cantábrico, ambos golpeando en rocosos e infinitos acantilados que mantienen una altiva provocación con las olas para que alcancen su infinita altura.
Carretera con goteo de casas que se reparten sin orden ni concierto por las colinas, de colores recios, azulejos anticuados o de señoriales empedrados y de aspecto abolengo. Hórreos por doquier que recuerdan lo importante que en su día fue la agricultura entre la clases populares y campesinas. Tierra sacra que quien la conoce y trabaja crea un vínculo para siempre con ella.
Aires marineros y lugares que ya solo por su nombre entiendes su grandeza. Quien no ha sentido que el mundo efectivamente termina sentado en el acantilado de Fisterra. O el incalculable valor y coraje de los que se atrevieron a navegar por la Costa da Morte o la fuerza legendaria de los faros que un día guiaron su camino, como la Torre de Hércules.
Todo en Galicia es mitológico, grandioso, silencioso, vertiginoso, misterioso, repleto de arqueología e historia en sus profundos bosques. Pueblos pesqueros de tabernas con buen vino y comida. Cascos medievales que te transportan a otra época y modo de vivir distinto.
Un lugar de belleza extraordinaria como su propia gente. Parcos en palabras, de semblante serio, que ocultan una inteligencia natural y un corazón veloz lleno de pasiones y disfrutes como sus tierras.
Patria de grandes escritores, que amaron su tierra y la llevaron siempre como bandera. La verdad es que cuando el entorno es tan auténtico y conectado con la naturaleza sería impensable que sus habitantes no tuviesen una sensibilidad especial y una visión del mundo marcada por la misma fuerza del paisaje donde habitan. El entorno de Galicia no hace difícil creer que puedan nacer y hacerse grandes pensadores, literatos, creadores y artistas.
En un lugar como este no podía menos que engendrarse grandes artesanos del alma y del arte, aportándonos aún más prestigio a esta tierra, prolifera en gentes de maestría y maña, imposible mencionar a todos, que dignifican la lengua materna gallega y también la castellana, como Valle Inclán que supuraba galleguismo por todos sus poros y escribió aunque en castellano joyas literarias como Luces de bohemia lectura obligada en mi época, supongo que también ahora, por su calidad literaria, dramática y su crítica social.
Mujeres rompedoras en su tiempo como Rosalía de Castro y Pardo Bazán, que hoy podemos considerar de pura raza, valientes defensoras de su tierra, de la libertad y de la igualdad en un tiempo de hombres.
Eduardo Blanco, y su obra cumbre La catedral y el niño. Álvaro Cunqueiro, polifacético gallego muy premiado, que abarcó prácticamente todos los campos y llevó a Galicia en sus entrañas y hasta en su epitafio tal y como figura en su sepultura: Eiqui xaze alguén, que coa súa obra, fixo que Galicia durase mil primaveras máis (Aquí yace alguien que, con su obra, hizo que Galicia durase mil primaveras más), junto con : Loubado seña Deus que me permitiu facerme home neste grande reino que chamamos Galicia (Alabado sea Dios, que permitió hacerme hombre en este gran reino que llamamos Galicia).
Camilo José Cela, siempre provocador a través de su literaria y su desenfado verbal e incluso escatológico. De ardiente carácter y sabiduría quevedesca, como se describe en el capítulo Cela Ad Maoirem dei Gloriam en el ensayo De la literatura y las pequeñas cosas, dedicado al autor.
Son innumerables los grandes artistas, no solo los clásicos, también los contemporáneos, algunos más consolidados que otros, pero todos gallegos, Manuel Rivas, Manuel Jabois, María Oruña, Francisco Narla, Pedro Feijoo, Ledicia Costas..
También los amigos a los que debo mis primeros encuentros y el amor a Galicia hey, miña terra nai, como diría otro gallego internacional. Los recuerdos de mi juventud en este lugar infinito en todos sus aspectos que debo a otros dos grandes lugareños, Xurxo Chapela y su hermano Alberto Gende, dos prolíficos carballeses, que cuando naces en el corazón de Bergantiños, como es su caso, te garantiza llevar por tus venas el poso de la melancolía, del carácter y la creación artística en todas sus facetas y manifestaciones y solo te queda la opción de saber regarlo.
