EL AFRUTADO SABOR DEL MISTERIO

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

Todo está preparado en el cabaret antillano de la Boule Blanche. La gente entra precipitadamente en las fantasías de un mundo policíaco y criminal. El local ha sido decorado con todos los útiles precisos para crear la sensación de verse atrapado en un mundo de novela negra. Un supuesto inspector cachea a los asistentes, mientras el prefecto de policía dirige todas las operaciones y gags que sorprendan y aviven el misterio.

El proyecto publicitario ha sido ideado por el editor, el señor Fayard, y no cabe ningún resquicio para la duda de que, al día siguiente, todos los periódicos dedicarán una o dos columnas y numerosas fotografías al memorable lanzamiento de Maigret. Sin embargo, junto a una esquina, hay un hombre que no cree en toda esta pantomima. Solamente cree en su propio trabajo, en su tesón. Es un hombre grueso y sereno que observa con agudeza cada detalle de los asistentes a la fiesta. Se le puede vislumbrar entre destellos, gracias a las llamaradas intermitentes que un fósforo emite en el inútil intento de prender la pipa que saborea.

Estatua al comisario Maigret
Estatua al comisario Maigret

Nadie o muy pocos son los que verdaderamente le conocen, pues hasta ahora todo lo que ha escrito lo ha firmado bajo múltiples seudónimos. Es un trabajador inagotable, un artesano que frente a las costas de Delfzijl, en Holanda, refugiado en el interior de la bodega de un barco varado, ha perfilado en su mente las líneas del personaje de las novelas que hoy se presentan. Para ello habrá frecuentado, anteriormente, los interiores del Palacio de Justicia, reconociendo cada uno de los ecos de sus pasillos, y estudiaría a su vez los tratados de Hans Gross sobre instrucción criminal de la Universidad de Viena.

Sin embargo, Simenon ha preferido desvincular a su personaje de esa fastidiosa y fría maquinaria criminológica para dejarse llevar por la intuición. Bebe un sorbo de vino blanco como amante de las cosas cotidianas y las pequeñas felicidades de la vida, y espera que el paladar se impregne del sabor afrutado e incite las papilas de la imaginación, la excitación de una reflexión misteriosa. Ese es su gran secreto. Una capacidad permeable de filtrarse sutilmente en la piel de cada uno de los personajes, de los asistentes a la fiesta. Porque, así, descubrirá, por medio de pequeños detalles, una forma de vida condenada al fracaso, unos pensamientos embadurnados de dolor y soledad, de señoras enriquecidas, engalanadas en perlas, y cuyo corazón está tan gris como los ambientes que a escondidas frecuentan sus maridos. Lugares donde solo tiene cabida el reposo sexual de una prostituta que, mientras fuma, espera la compañía plañidera de otro necesitado.

Imagen pistola detective
Imagen pistola detective

Tanto Maigret como su creador George Simenon saben que, tras esos ropajes detalladamente elegidos para la ocasión, tras esa alegría sabiamente estudiada, el corazón guarda como un reloj el lugar imborrable de esa hora lánguida. De ese momento en el que los faroles de la ciudad alumbran tenuemente las desdichas y las ilusiones frustradas de cada uno. Donde, bajo una atmósfera de abandono, de hoteles sucios y olor a whisky, el silencio ahogado sepulta el grito de la sangre y el crimen, mostrándonos tras una bata semiabierta los senos tristes y caídos del consuelo.

Y en todo ese misterio, lo que menos importa es la resolución, el descubrimiento del asesinato, pues es algo que se hace previsible. Lo que verdaderamente importa es que, a través de ese camino recorrido con la intención de descifrar las causas del homicidio, nos hemos adentrado, con las manos en los bolsillos y fumando en pipa, en una densa bruma de sentimientos, de vidas que transpiran nuestra piedad y comprensión, pues irremediablemente nos han hecho partícipe de su propio peregrinaje por un mundo tan oscuro como real.

 

Artículo extraído del ensayo literario DE LA LITERATURA Y LAS PEQUEÑAS COSAS 

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