LITERATURA, LA GRAN MENTIRA

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

© De la Literatura y las pequeñas cosas

Lo ha confesado Luis Mateo Díez. De pequeño le gustaba mentir, inventar historias, y por eso se puso a escribir. Dice el escritor nacido en León que tanta pasión por la ficción le ha llevado a pensar que en alguna ocasión vendió su vida al diablo de lo imaginario, hasta el punto de darle más importancia a la vida que se escribe que a la vida que se vive.

En esa misma tónica, Javier Cercas ha declarado en los cursos de la Universidad Menéndez Pelayo, en Santander, que «la primera regla para leer una novela es desconfiar del narrador. El narrador puede mentir, engañarse a sí mismo». Y es que la literatura es el gran edificio construido sobre la ficción cuyos cimientos nos sirven para entender la realidad.

Fotografía de Phil Evenden, Don Quijote
Fotografía de Phil Evenden, Don Quijote

Ya en su momento Cervantes nos dio a entender que de nadie hay que fiarse. Sus amarguras con Avellaneda, el misterioso autor de ese Quijote apócrifo llevó al autor nacido en Alcalá de Henares a entremezclar lo verdadero con lo falso en algunos de sus capítulos de la segunda parte. Cervantes confía a sus propios personajes la labor de inmiscuirse en un asunto real. Sus personajes asumen la tarea de demostrar que ese Quijote de Avellaneda es un Quijote falso, un impostor en los reinos de la imaginación. Ese ataque desde lo onírico supuso un contraataque mortal, un fuego cruzado que asocia en un mismo impulso crítica, creación y realidad.

El verdadero Don Quijote mueve las fichas en el tablero de la realidad y su movimiento de jaque mate convierte a los molinos de viento en gigantes reales que observan impertérritos el intento de usurpación del nombre del caballero de la triste figura por un tal Avellaneda. Como dijo Borges, llega un momento, al amparo del vértigo, en el que nosotros también llegamos a preguntarnos si no seremos seres de ficción.

La literatura, como han dicho Luis Mateo Díez o Javier Cercas, es el reino de la ficción y de la mentira. Un lugar por donde deambulan personajes como Cardenio, que nos eleva hasta el mundo de los tensos deseos, de la insensatez, de una vida enajenada cargada de elevados intereses, de sutiles problemas, de perturbadores apetitos carnales, como los que se apoderaron de Madame Bovary; o de ciegas entregas amorosas transcritas en las dulces y sensuales líneas de Natalia Ginzburg.

La literatura es esa gran mentira que por su condición de falsa se atreve a sacar a la luz las vergüenzas de un mundo real, de dejar inerme y sin defensa los abusos de los más poderosos en el ámbito terrenal. Porque la literatura, con o sin censura, es difícil de amordazar, ya que sus dominios son los de la imaginación, y su ley, la libertad de pensamiento; y eso, ni siquiera consumido por la locura, tiene límite.

Como dijo en una ocasión Miguel de Cervantes Saavedra, «la libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre: por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida; y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres».

La imaginación es lo único que permite al hombre ser libre, porque no tiene llave ni cautiverio y por lo tanto nunca podrá oxidarse ni corromperse.

fotografía libro de Suzy Hazelwood
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