LA VIDA GIRA

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Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

FOTO AUTOR

Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

La vida gira y gira; y cada vez más deprisa. ¿no te parece? Y digo gira, sí, a conciencia, porque a veces te marea. Los meses transcurren como las hojas de un calendario movidas por un fuerte viento que van desprendiéndose una tras otra a gran velocidad.

En este momento del año ya salieron disparadas las seis primeras hojas del calendario y la séptima a medio desprender para seguir su camino.

Y así, el ansiado verano llegó. Deseado sobre todo por los trabajadores por cuenta ajena que tenemos los días contados al año y los guardamos como un tesoro que se consume sin reposición hasta dentro de un año y por lo tanto no podemos malgastar.

No es que los trabajadores por cuenta propia no tengan esos mismos deseos y su derecho legítimo a descansar, pero me temo que su sentido del disfrute pueda ser menos placentero, sin desconexión total, por aquello de que la empresa no funciona si no estás, o aquello de si no trabajo no cobro, aunque con la libertad de parar cuando puedan, si es que pueden porque el trabajo manda.

Cada vez se perciben más cerca las sensaciones que empiezan con la cuenta atrás de los días que quedan para no madrugar. Te va invadiendo un nerviosismo, una sensación de que el corsé va aflojando y vuelve el cosquilleo al estómago, imágenes al cerebro captadas por la retina, años atrás, que nos transportan al olor de ese lugar favorito, de ese tiempo disponible para hacer todo o nada. A mi mente llegan los paseos de color albero y verde intenso y la frondosidad de los helechos que inundan las laderas de los montes y me recargan de energía, los paseos con vistas al mar desde la montaña, los largos desayunos en terrazas donde mirar al infinito y más allá… como dijera Buzz Lightyear.

Buzz Lightyear tomando un mojito en verano
Buzz Lightyear tomando un mojito en verano

Para los que se quedan en Madrid o le haya tocado alguna vez, como es mi caso, si se trata de hacer cosas distintas y no quedarse en casa, es buen momento para reencontrarse con rincones y tradiciones populares, puramente madrileñas que te amenizarán y sacarán de la rutina. Hay mucha historia en nuestros barrios y muchas fiestas en cada uno de ellos. Muy auténtico el de la Latina, en la Virgen de la Paloma de Agosto. El gustazo de pasear por la plaza de la Paja, las Vistillas y recorrer la calle Toledo. Todo envuelto en un ambiente castizo, bañado en bailes y delicias tradicionales que te adentran en el Madrid auténtico, el vecinal, el de las zarzuelas, con sus conflictos cotidianos, patios y plazas vecinales. Si te quedas y te asomas a estas fiestas madrileñas, te parecerá haber viajado pero esta vez en la máquina del tiempo.

Como decía al principio, el correr del tiempo marea, y muchas son las circunstancias que nos pueden llevar a un sitio u a otro, unas veces mejor otras peor, unas veces libremente elegido, otras sin opciones, pero al final todo tiene su aquel, y una oportunidad a aprovechar, sin perder el tiempo en mirar atrás porque como diría uno de mis grupos fetiches ochenteros Un pingüino en mi ascensor, en la variedad está la diversión, aunque me temo que no hablan exactamente de paisajes.

Y es que el mundo, como diría Darwin en El Origen de las especies (1859) en su mítica frase «las especies que mejor se adaptan a su entorno son las que sobreviven…», es de los que se adaptan. Que no sale el plan A, pues vamos a por el plan B. La reacción normal sería la frustración, la decepción o incluso el cabreo. Normal. Pero al final doblemente renegado, cuando quizás quien sabe si frotando y venga a frotar la lámpara maravillosa, además de sacar brillo le encuentres algo de magia. Como dice Marlango, «lo que sueñas vuela», todo empieza y acaba en ti, en tu mente, en tu actitud mucho más fuerte que tus propias circunstancias.

Charles Darwin en verano en una plaza de Madrid
Charles Darwin en verano en una plaza de Madrid

Luego están los que les toca trabajar en verano sí o sí. Aquellos que literalmente hacen de su esfuerzo, además de su agosto, nuestra felicidad. Pienso en los que trabajan en las agencias de viajes, como mi amiga Lola, que lleva años sin veranear en la propia estación veraniega y se dedica a organizar los descansos ajenos. Los periodistas o reporteros, que encuentran su momento de gloria, visibilidad y responsabilidad, cuando la líder se toma su merecido descanso aunque tan solo sea un momento. Los curritos de la hostelería con agotadoras jornadas y una paciencia infinita para atender las aglomeraciones de esas fechas donde todo el mundo quiere ser atendido con la mejor sonrisa, que para eso son sus vacaciones. Para los que nos llevan y nos traen en cualquier medio de transporte, pilotos, azafatas, conductores de trenes, autobuses, coches, todos con su particular verano acarreando miles de kilómetros de idas y venidas a sus espaldas. Pues a todos ellos, les deseo un feliz descanso cuando el resto del mundo se ponga a producir de nuevo, y dejen libres esos lugares que fueron invadidos como por auténticas termitas.

El verano siempre ha sido objeto del deseo y de inspiración de muchas historias donde las vacaciones y el calor nos llevan a experimentar y descubrir pasiones internas e intensas, la búsqueda de uno mismo nace la rebeldía y con ella la confusión y los cambios. Ese verano azul de Antonio Mercero en plena Costa del Sol durante un verano que será inolvidable para todos, incluidos nosotros que también fuimos niños, y vivimos esa primera pandilla, ese primer beso, esos días de amistades inolvidables que no volverán pero que ni el tiempo podrá borrar.

Otras historias mucho más tórridas y menos inocentes se cocinan bajo el calor infernal que va pochando pasiones y autodestrucciones de personajes inmortales como en Un tranvía llamado deseo, adaptación de la obra de Tennessee Williams, y el arrollador Marlon Brando con sus camisetas blancas y sudorosas de tirantes que dan aún más intensidad a sus impulsos y agresividad bajo el sofocante Nueva Orleans.

Aunque no debería ser necesario os dejo como despedida el inmortal soneto de Shakespeare (Sonetos 1609), obra escrita hace más de 400 años, pero como siempre tan actual, la reflexión que todos deberíamos hacer propia: «y el plazo del verano un breve instante dura».

No te dejes escapar la efímera levedad del estío.

¡Feliz verano!

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