LA NOCHE EN VELA

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

FOTO AUTOR

Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

Lo hemos conseguido. Ya somos mayores. Es un momento que nos llega de manera inconsciente, independientemente a la edad, sin ni siquiera reconocerte a ti mismo a pesar de las marcas externas que deja el tiempo.

Pero si hay algo que claramente marca un antes y un después en la aceptación de la edad real, con la que nunca llegas a sentirte identificado, es ese pequeño detalle de no perdonarte una siesta en cuanto puedes o cuando pierdes la capacidad de dormirte en cualquier sitio, incluso de pie, y pasas a tener dificultades en conciliar el sueño.

La siesta sin duda es un reconstituyente de la energía que creemos tener propia de un adolescente en un cuerpo cincuentón. Lo de dormir de pie y en cualquier sitio, tal vez venga de serie y no le pase a todo el mundo, pero siento nostalgia de esa asombrosa habilidad para dormirte profundamente en cuestión de segundos, desconectando del mundo terrenal para pasar a los brazos de Morfeo.

Foto de Engin Akyurtv
Foto de Engin Akyurtv

Y salvo que consigas quedarte en modo Peter Pan, la evolución a la madurez, que en realidad es una involución a una vida peor, al menos en lo que se refiere al sueño, nos va añadiendo problemas adyacentes, propios o del entorno, que dificultan el dormitar plácidamente y lo convierten en una conquista del Oeste en busca de la esperada tierra, salvaje e inhóspita.

Vamos avanzando en la numerología de los años, entre fuegos artificiales y valentía, asumiendo un torbellino de obligaciones por el camino, horarios, deudas, problemas, que para muchos pueda ser el motivo de que la noche les sorprenda con los ojos abiertos, y le inviten a la vigilia a través de un monólogo interior a altas horas de la madrugada, que te consume mientras ves pasar los minutos, las horas, con angustia mientras se acerca el día y piensas en la larga jornada que te espera. Y es que algunas veces, dormir siete horas, puede llegar a ser un hecho glorioso y triunfal.

Pero esto que nos pasa o puede pasar en un momento dado, no tiene por qué responder a una carga moral, originada por el remordimiento o las preocupaciones. Puede que simplemente seas de mal dormir, y necesites pocas horas para descansar. Así lo confirma David Jiménez Torres, escritor, columnista, profesor e hijo del periodista Jiménez Losantos , en su ensayo sobre el sueño, la vigilia y el cansancio, I Premio de No Ficción de Libros del Asteroide El mal dormir , incluido en la lista Forbes de los 10 mejores libros del año 2022, donde hace un recorrido por el día a día de alguien que duerme poco y mal y “una luminosa meditación sobre un trastorno tan corriente como misterioso, que pretende mostrar un aspecto desconocido de la existencia a quienes no tengan problemas de sueño y ofrecer a quienes sí los tienen el tenue alivio del reconocimiento”.

Es muy interesante la reflexión sobre si el mal durmiente nace o se hace. Sin duda hay de todo en la viña del Señor. Aquellos que viven acostumbrados a sacar partido extra al tiempo, usando horas del día que los demás tienen, pero usan para descansar y aquellos que, a partir de un momento determinado de su vida, como podría ser el de tener hijos, se hacen mal durmientes.

Sea como fuere, la mayoría se la pasa aplicando estrategias para conciliar el sueño, que no siempre funcionan, por no decir nunca, como no tomar café después de comer, contar ovejas, imaginar un lienzo en blanco, leer o escuchar la radio en la cama. Estos últimos, son armas de doble filo, si te enganchas a la temática y consigues justo el efecto contrario.

Si no fuera por cómo afecta en la mayoría de los casos al rendimiento o la salud, la falta de reseteo, desconexión e interrupción tan necesaria para recargar pilas, en realidad es gente que le gana tiempo al tiempo. Como una prórroga de futbol, les permite remontar y sacar mayor productividad, aunque a destiempo, frente a cualquiera de los mortales durmientes.

El mal dormir
El mal dormir

Pero no nos engañemos, dormir bien a cierta edad, es un super poder, que, si estás destinado a tenerlo, te hace más fuerte. Un pilar de nuestro bienestar. Ese despertar en el que no recuerdas nada tras el momento inmediato a confiar la cabeza a la almohada, ni siquiera haber buscado postura para coger el sueño. Todo te parece bonito al despertar, como diría Jarabe de Palo de Pau Donés. Quisieras contarlo al mundo, aunque acabas por no hacerlo y quedarte con esa sensación de plenitud y felicidad contigo mismo, porque la magia existe.

Muchas son las obras literarias que le dedican sus letras al insomnio. Cien años de soledad  de García Márquez, en un Macondo que se enfrenta a la peste de insomnio. Tres habitaciones en Manhattan de Georges Simenon, noches de desvelo del protagonista, Franck, en un Nueva York que tampoco duerme. La importancia de los peces fluorescentes de Almudena Solana, con un enfermero prejubilado que tendrá que acostumbrarse a vivir sin trabajar y sin sueño. William Shakespeare, también trabajó los temores nocturnos en sus personajes y el consiguiente desvelo de grandes delitos que se pagan con el insomnio, como en Macbeth.

Pero que sería el arte sin el desvelo. Sin esa imagen interiorizada del escritor clásico, con la vela encendida, pluma en mano o máquina de escribir, en un oscuro escenario, solitario, rodeado del silencio y la soledad absoluta, a la búsqueda de su musa. Muchas noches son las que sirven de inspiración a los creadores, y los más bellos poemas de amor han sido escritos en alguna noche triste y solitaria como los de Rafael Alberti, La Paloma, durante su exilio parisino.

Y es que la noche en vela, nace en la dura prueba de los jóvenes aspirantes a caballeros armados, que debían mantenerse despiertos velando las armas para ganarse dicho honor. Ese velar, de vigilia, que no es más que el estado de la conciencia del que está despierto en las horas destinadas al sueño. Como si del presente se tratara, la expresión se desplaza a nuestros tiempos, de miedo y alarma de los pueblos en guerra, el silencio engañoso de la noche, que se rompe por los bombardeos, madres desveladas por sus hijos, padres que sueñan con volver a sus casas convertidas en escombros, sus tierras pisoteadas y abonadas con sangre y dolor. Almas que, tras sus duermevelas, verán convertidas en realidad sus peores pesadillas.

En las noches en las que el dormitar se convierta en un desafío y los motivos de tu quita sueños se puedan relativizar, prueba con el consejo de Oscar Wilde: “cuando me da por pensar de noche en mis defectos, me quedo dormido inmediatamente”.

Felices sueños.

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