¡POR ELLAS!

Manjón Guinea
Manjón Guinea

Licenciado en Ciencias de la Información, Criminólogo y escritor

FOTO AUTOR

Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora

A veces la historia nos deja imágenes que son recordadas para siempre. Símbolos de grandes epopeyas. Iconos que contienen toda la fuerza de un momento lleno de hazañas capaces de cambiar el mundo. Como la Revolución Francesa. A todos nos viene a la mente esa mujer empoderada de La Libertad guiando al pueblo de Delacroix. Una belleza esplendorosa, como una Venus de Milo, dejando atrás el cielo de Paris cubierto por los humos de la batalla, a sus pies compatriotas moribundos y a sus espaladas combatientes burgueses, armados hasta los dientes, siguiendo la bandera tricolor.

Es curioso que la imagen de la revolución fuese encarnada con nombre de mujer, Marianne. Y más que curioso, diría que altamente contradictorio, que este pronunciamiento en aras de la libertad, igualdad y fraternidad, dejase a un lado precisamente a las mujeres, negándoles su acceso a los derechos políticos, civiles y legales.

Así lo demuestra la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, de agosto de 1789 aprobada por la Asamblea Nacional, encaminada al fin del absolutismo. Uno de los grandes logros de la Revolución Francesa, un hito en materia de Derechos Humanos que se olvidó, nada más y ni nada menos, de los derechos de las féminas, además de otros desprotegidos.

La muerte de Marat por Jacques Louis David
La muerte de Marat por Jacques Louis David

A pesar del importante papel de las mujeres en este histórico momento, madres, hijas, esposas, hermanas, todas ellas alzaron la voz para abrir el camino a la igualdad jurídica y legal, interviniendo de facto, bien como militantes revolucionarias, bien como activistas, en momentos clave y cruciales de la Revolución.

Mujeres parisinas en la toma de la Bastilla, en Julio 1789, en la marcha a Versalles de octubre de 1789, manifestándose por el precio del pan y la escasez de alimentos, conocedoras de las dificultades para sacar adelante a sus familias. La muerte de Marat pintada por Jacques-Louis David, refleja el asesinato del revolucionario en Julio 1793 por Charlotte Corday, como protesta al Reinado del Terror cambiando la percepción de lo que se podía esperar de una mujer en este proceso de total desorden, no solo en sublevaciones y agitaciones, también en estrategia y rotundas acciones.

Hay alta constancia de que las nobles o populares, en general las damas de cualquier procedencia, tuvieron un relevante papel, participando como agitadoras, insurrectas y motor de muchas revueltas ocupando las calles y animando al resto de ciudadanos a secundarlas, fomentando las ideas revolucionarias y por supuesto tomando las armas.

Y todo ello ¿para qué? Para un inmerecido desagradecimiento y la falta de indulgencia y reconocimiento de derechos, siendo la respuesta de sus compañeros la manida naturaleza que de manera natural determina unos marcados roles entre hombres y mujeres.

Olympe de Gouges (Marie Gouze 1748-1793), escritora, activista y sobre todo feminista e incansable molestia para todos. Continuamente criticada por sus contemporáneos, desde los aristócratas, monárquicos hasta los propios revolucionarios, publicó en 1971 su propia “Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadanía” reclamando la igualdad entre los sexos, así como su extendida e incansable lucha a favor de los socialmente más desfavorecidos. Como era de esperar, su activismo y sus duras críticas a la dictadura de Robespierre, le llevaron a la guillotina en noviembre 1793, como castigo ejemplar para las francesas.

Olympe de Gouges. Retrato
Olympe de Gouges. Retrato

Su gran obra Declaración de derechos de la mujer y de la ciudadanía compuesta de un preámbulo, 17 artículos sobre la igualdad de los hombres y las mujeres, y un epílogo final en el que evidencia el decepcionante desprecio demostrado por el hombre frente a sus compañeras de lucha:

“Mujer, despierta; […]. La antorcha de la verdad ha disipado todas las nubes de la necedad y la usurpación. El hombre esclavo ha redoblado sus fuerzas y ha necesitado apelar a las tuyas para romper sus cadenas. Pero una vez en libertad, ha sido injusto con su compañera.; Oh, ¡mujeres! ¡mujeres! ¿Cuándo dejaréis de estar ciegas? ¿Qué ventajas habéis obtenido de la revolución? Un desprecio más marcado, un desdén más visible… ¿Qué os queda entonces? La convicción de las injusticias del hombre. […] Cualesquiera sean las barreras que se os opongan, está en vuestro poder derribarlas, sólo tenéis que querer.

Así es como Marie-Anne, nombre muy común en la época, con gorro frigio y emblema de la libertad y la República, simboliza el alzamiento de un pueblo que no estuvo dispuesto a integrar a las compañeras féminas en una misma causa común para cualquier ser humano: la igualdad, libertad y fraternidad.

En este caso se cumple la máxima de que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Casi dos siglos más tarde, ¡total nada!, Olympe de Gouges se convertiría en una gran figura humanista de Francia, admirada y homenajeada por sus compatriotas y muchos más.

Déjenme dedicar este artículo a Olympe y a todas las mujeres. A las contemporáneas por haber aprendido a quererse. Y en especial a las anteriores generaciones por haber sido nuestro pilar necesario para llegar al convencimiento de que querer es poder. A las mujeres que se atrevieron a no callar, que no quisieron ser ciudadanas de segunda, que creyeron en las causas justas, que dieron pasos adelante a pesar de las dificultades, que fueron incomprendidas, rechazadas, pero no decayeron y a pesar de las dificultades estuvieron dispuestas a darlo todo por una vida digna.

¡Por ellas!

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