
Por María Marcos
Licenciada en Derecho y Librepensadora
Veo la foto, probablemente elaborada por la IA, del mes de diciembre del calendario que me ha acompañado todo el año, regalo de Memorias de un náufrago. Representa a un guapo y elegante gentleman, que me sonríe desde un marco salpicado de confeti y globos dorados que caen y flotan a su alrededor atrayendo la felicidad y abundancia. Con esa imagen al frente y de fondo la voz íntima de Sinatra cantando NEW YORK, NEW YORK, la ciudad que nunca duerme y donde todo es posible, me invade la ya vieja sensación de la cuenta atrás y un familiar vértigo que acude cada año.

Qué diferente de aquellos maravillosos años, donde las preocupaciones giraban en torno al vestido que ponerse para la fiesta de nochevieja en un local de moda donde lucirlo y ser engañado primero con el precio de la entrada y después con un cartel de aforo completo cuando llegabas. O en las fiestas particulares de un valiente que le echaba el arrojo de organizar algo altruistamente en su casa y acudíamos invitados por un amigo de un amigo y así sucesivamente hasta que al final acababas en una fiesta donde todos eran desconocidos. Recuerdos de noches madrileñas totalmente gélidas, no las de ahora, y más con aquel vestido negro que tanto te costó encontrar, ligero y vaporoso!
La canción sigue sonando y entonando sueños por cumplir, mientras atisbo a través del ventanal un cielo azul agrisado y encapotado, siento el arrebato de energía de Sinatra y el seguido repertorio de canciones alentadoras y estimulantes que si te descuidas te ahogan en un mar de optimismo.
Y es que la música es un regalo terapéutico. Además de un buen libro, cada uno con su criterio de lo que es bueno, incluido los que reciben premios por ser de este planeta, que al final lo importante es leer, lleva siempre contigo unos cascos, de cualquier tipo, precio, los del bazar asiático que a los dos días solo te funciona no sé porque solo el auricular izquierdo, pero suficiente para ir a cada sitio acompañado, con tu música, con tu radio, con los podcast, viendo la vida con el color de la comunicación verbal que tanto bienestar y armonía nos da. Lo recomiendo encarecidamente como cura de la soledad. Terapia gratis, sobre todo mientras la seguridad social no acorte sus largas listas de esperas y escasos médicos por paciente, y evites tener que acudir a psicólogos privados, solución demasiado cara e inaccesible para cualquier ciudadano de a pie.
Volviendo al cambio de digito y la acumulación de los años. Parece que fue ayer cuando estrenábamos el siglo XXI, ese número 2000 casi apocalíptico y ya estamos dando carpetazo al primer cuarto del siglo. Toda la incertidumbre que nos trajo al posible caos y bloqueo informático que de alguna manera fue la primera vez en las que nos paramos a reflexionar sobre la dependencia que estábamos alcanzado con las nuevas tecnologías.
Ahora el 2025 se nos va, pasa a formar parte de la historia, del pasado, de los recuerdos y volviendo a dejar en el camino a personas maravillosas y alejando aún más a otras cuyas huellas siguen siendo imborrables. En mi cabeza, que es todo corazón, el nombre de Ana.
Pero lo viejo, no siempre es antiguo o apolillado… Muchas veces el pasado puede estar de moda o puede ser más contemporáneo que el propio presente. Solo has de mantenerte a prueba del tiempo, demostrar que no eres una tendencia y reinventarte para parecer moderna. Cuántos libros o películas no pasan de moda y volvemos a ver una y otra vez, sin perder un ápice el encanto, la esencia, el interés. La calidad y los temas universales siempre son vigencia y sirven para cualquier generación, sociedad o época.
Hay otros temas que desgraciadamente también son recurrentes y atemporales. Viven y sobreviven y nos persiguen independientemente de la época. Se vienen repitiendo a lo largo de la historia. Son temas universales como la ambición, los desacuerdos, las guerras. Mires a donde mires, el poder, las ideologías, la desigualdad, los abusos sobre la población civil, la muerte y el sufrimiento de los desvalidos es un clásico de todos los tiempos y solo cambia la tecnología del momento.

Y como no, ¡la corrupción! Otro hit que nunca falla y que no pasa de moda. No se puede considerar anticuado o en desuso, más bien es una costumbre que se mantiene con toda su frescura, atrevimiento, desvergüenza, eso sí, muy falto de originalidad porque todos los corruptos vienen a robar al mismo sitio, a las arcas del estado alimentadas por el esfuerzo de todos.
Recupero la foto del gentleman de mi calendario, que me voy enredando y no culmino a lo que quiero llegar que es a la nostalgia que nos embarga el final del año. Esto sí que es síntoma de que estas antiguo, viejo y caduco… Robe Iniesta ya no podrá cantar a la vereda de atrás ni escribir a la muerte y pedir que le entierren con la picha por fuera para que se la coma un ratón. Y eso es lo que vale! Estar sin más. Que la nostalgia no nos haga desperdiciar minutos en pensamientos tristes y recuerdos que no volverán. Seamos más fríos, el que pueda. Hagamos de tripas corazón y miremos el suelo que pisamos hoy y como dice Dani Martin, vivamos como si fuese el último día de nuestras vidas. Abrecemos a los que están hoy, que no queden ensombrecidos por los que se fueron, y que nos demos cuenta de que todo es finito salvo el amargo sabor de haber desperdiciado el presente por un ayer irrecuperable.
Como diría Federico García Lorca “desechad tristezas y melancolías. La vida es amable, tiene pocos días y tan sólo ahora la hemos de gozar”. Como una premonición de su vida extraordinariamente corta pero intensa. Le obligaron a marchar antes de tiempo, quedando su vida adulta truncada y reducida a dos décadas muy concentradas, lo que no evitó que nos dejara una huella atemporal e inconfundible. Estas a tiempo! Sueña como Sinatra, goza como Lorca, se auténtico y transgresor como Robe, y ríe, ríe mucho, como haría Dani si hoy fuese el último día.
Feliz Navidad.


