A lo mejor ahora, estos progresistas tan dignos, estos conservadores tan suyos, resulta que se llevan las manos a la cabeza tras las elecciones extremeñas. Unos empezarán a clamar por el miedo a que viene la ultraderecha y otros a decir que con gente así es imposible gobernar.
Pero el mérito de esa subida y esa expectativa electoral no es precisamente de VOX, cuyo programa no aporta nada más que clichés. El verdadero mérito se debe a la incapacidad de esos partidos que se llaman de Estado y que en el tiempo que han gobernado solo se han preocupado de llegar al poder y llenarse los bolsillos con casos plagados de corrupción.

Mientras tanto el país ha asumido una deuda inasumible, la garantía de unas pensiones dignas y obtenidas durante toda una vida de trabajo se tambalean, los jóvenes no pueden emanciparse al tener sueldos ínfimos en comparación con el disparatado coste de la vida y de la vivienda, las infraestructuras viarias cada vez están peor, las listas de espera en la medicina aumentan, las indemnizaciones a interinos cesados no se abonan o se saca una ley ad hoc para en lugar de pagarles veinticinco años de trabajo se les abona uno y a veinte días por año, aumenta la delincuencia aunque se maquillen los datos, los okupas se ríen del jubilado que se atrevió a poner en alquiler la vivienda que le sirve para complementar la irrisoria pensión de un autónomo, los impuestos se triplican, el gasto social se reduce y se deriva a gasto militar…
Se pagan sueldos de diputados, de senadores, de concejales, de consejeros, de asesores, de eurodiputados, de sindicalistas que no han trabajado nunca, de liberados sindicales que no trabajarán nunca, de amigos, de amigos de los amigos…
Se desvelan casos de supuestos casos de corrupción como la Gürtel, la Kitchen, el caso Koldo, Ábalos, Hidrocarburos, mascarillas durante el estado de excepción, el caso Plus Ultra, el negocio del oro con Venezuela, lo que no sabemos de Marruecos…
¿Acaso piensan que el ciudadano normal y corriente puede seguir tragando con esto? ¿Acaso piensan que el ciudadano es tonto y le pueden mentir continuamente dejándole con cara de bobo y estúpido? Efectivamente eso es lo que piensan y eso es el caldo de cultivo del populismo. La tierra abonada para el surgimiento de un líder iluminado. En un momento en que el barbecho ya no se da sobre los terruños de la tierra sino sobre las redes sociales y sobre el universo abonado de internet.
Como dice Roberto Saviano en su libro Grita, «el tiempo de lo verosímil, del sentido común, de lo correcto se ha terminado. La política de la verosimilitud y de la coherencia está muerta». Al ciudadano no hay que hablarle con sensatez y con la razón como bandera. Hay que hablarle con simplificaciones, con sloganes, con directrices de polarización, de buenos y malos, de rojos y azules… Hay que hacerlo todo simple, para los tontos. Porque en X o Insta es mejor escribir una sola frase. Impactante.
Nadie lee un jodido artículo… Ya lo ha dicho hasta Pedro J. Ramírez. Hay que escribir periodismo para las redes sociales. Sí, sin duda. Porque internet tiene la capacidad de legitimar la difamación. De agigantar y falsear las dimensiones.
Antes, lo que se publicaba en prensa había que demostrarlo. Hoy día, en la inmensidad de internet, se hace muy difícil, por no decir imposible, verificar la información. Cada uno cuenta su verdad, o, mejor dicho, su mentira, según le interesa para mantenerse o para llegar al poder.
Estamos en el punto álgido que soñó Goebbels. En aquellos principios básicos en los que basó su propaganda. Veamos a ver si les suena de algo todo esto. A un lado y a otro. A la izquierda y a la derecha. A la ultraizquierda y a la ultraderecha. No existe el centro, el justo medio que alabó Aristóteles ha sido desintegrado. Nos hemos condenado. O peor aún, nos han condenado con su habilidad de lenguaje básico y de cerebro atrofiado tal y como diseñó el jefe de propaganda de la Alemania nazi. He aquí una cercanía a sus principios:
- No mostrarse nunca reflexivo ni dialogante con el adversario.
- No asumir ningún error. Atacar siempre.
- Cubrir al enemigo de insultos y mentiras.
- Dar a entender que las ideas nacen de un sentimiento común y compartido.
- Buscar un enemigo y rescatar los prejuicios y supersticiones arraigadas en la nación.
- Cuando circule una mala noticia sobre nosotros inventar otra sobre el contrincante y bombardear a los medios de comunicación.
- No combatir nunca la mentira con la verdad, sino con otra mentira.
- Repetir la mentira mil veces hasta que se convierta en verdad.
- Combatir siempre la palabra y la sátira política.
- Vilipendiar a ese que se atreva a pensar diferente. Que sea crítico y no entre en el imantado de la polarización.
La cuestión primordial es anular al individuo. A la conciencia libre. De esa manera, todos y cada uno de nuestros políticos tendrán su parte de la tarta. La que se reparten alegremente sin querer darse cuenta de que son ellos los que han provocado el primer redoble. El inicial toque de tambor de hojalata. Ese al que hacía referencia Günter Grass.

El nazismo se autodefinía a sí mismo como nacionalsocialismo, por el simple hecho de que se declaraba populista y anti elitista. La palabra preferida de Goebbels era Volk, «pueblo». Ese al que nuestros políticos de casta y sillón confortable parecen haber olvidado.
Ojo, porque el pueblo se manifiesta en las urnas y lo que ha dicho es que no le gusta lo que hay. No aguanta más los dimes y diretes. Las mentiras de unos y de otros. El saqueo continuo de sus ahorros y su esfuerzo. Y en ese arranque de rabia elige por lo que sabe que más tensión crea. Por el populismo atrayente de venganzas y esperanzas.
Ojo, porque quizá, cuando se quiera dar marcha atrás sea demasiado tarde. Nos habremos convertido todos en obligados seguidores de la sinrazón.


